Murió Jade Goody, estrella del mundo reality (Gran Hermano)
De la Redacción de LA NACION
Vivir y morir por la televisión. En la madrugada de ayer, la frase dejó de ser una figura del lenguaje usada por quienes analizan o critican el efecto de la pantalla chica en el mundo actual para convertirse en cruda realidad. Jade Goody, la mujer británica famosa por haber participado de varias versiones de Gran Hermano murió en la madrugada de ayer, víctima de un cáncer que le diagnosticaron frente a las cámaras. Si Goody, asistente de dentista de 27 años, no falleció en pantalla, fue pura casualidad. Porque desde hace años, cuando ingresó en la casa del reality show más famoso,la mujer había decidido que su vida podía ser documentada hasta en sus más escabrosos detalles. No importaba si la mostraban ignorante, maleducada o racista, Goody entendió que su salida del anonimato y de su trágica infancia con padres adictos a la heroína era siempre a través de una cámara encendida. Incluso a la hora de escuchar que le quedaban pocos meses de vida, mientras participaba de Gran Hermano famosos en la India, país al que llegó luego de burlarse de una de sus actrices más famosas. Frente a las cámaras, claro.
La celebridad de la británica que el 22 de febrero pasado se casó con su novio y vendió los derechos de la emisión de la boda por casi un millón y medio de dólares alcanzó límites insospechados hasta para el más cínico de los productores televisivos. Goody aceptó y festejó la explotación a la que fue sometida toda su vida hasta el último día por dinero. Lo dijo ella misma cuando las críticas por su exhibicionismo emocional cruzaron barreras que ni los mismos creadores del monstruo mediático podrían haber anticipado.
"La gente dirá que estoy haciendo esto por el dinero. Y tiene razón. Pero no lo necesito para comprar autos caros o grandes casas; es para el futuro de mis hijos. No quiero que mis chicos tengan la misma infancia miserable, llena de drogas y pobreza que tuve yo", dijo Goody pocas semanas antes de saber que el cáncer cervical que le habían diagnosticado ya estaba extendido al hígado y estómago. Sus hijos, Bobby, de 5 años, y Freddy, de 4, fueron testigos de cómo las cámaras seguían de cerca y en primer plano la agonía de su madre.
La lady Di de los barrios bajos
Apenas unas horas después de la muerte de Goody, mientras Gordon Brown, el primer ministro británico, declaraba públicamente su pesar por la muerte de la mujer de la que dijo que había utilizado su fama para ayudar a sus hijos y a muchas mujeres que ni siquiera conocía, sus familiares y especialmente los representantes que se llenaron los bolsillos con la venta de su vida empezaron a construir la leyenda. Para ello, la emparentaron con otra mujer de final trágico: lady Di.
Dejando a un lado las circunstancias y el contexto en el que ambas se convirtieron en obsesión nacional y luego en dolor colectivo, los seguidores de Goody ya planean un desfile de su féretro a la manera del que se organizó cuando ocurrió la muerte de lady Di, aunque, en este caso, la intención es recorrer los barrios pobres de Londres en los que vivió Goody antes de ingresar en Gran Hermano. ¿Estarán contando ya el dinero que embolsarán por los derechos exclusivos de transmisión del evento, o, finalmente, habrán alcanzado su piso de miserias transmitidas en vivo y en directo?
Es difícil acusar sólo a los reality shows por la manera en que trastornaron la corta vida de esta mujer. Después de todo, ella estuvo más que dispuesta a que la hicieran famosa, la ridiculizaran para luego convertirla en lo más parecido a una santa que la TV pudo producir y el público quiso comprar.
MÁS ALLÁ DEL LÍMITE
Los reality shows lidian con versiones más o menos fidedignas de la vida de sus participantes. En los mejores casos, entretienen y en los peores cruzan la línea entre lo que debería verse y no en la TV. Aquí van algunos ejemplos de esos excesos.
El show del donante. En 2007, un canal holandés creó un reality en el que el ganador se llevaría un riñón que necesitaba para seguir viviendo. Luego se reveló que todo era falso, una manera de llamar la atención sobre la falta de donantes.
Tu pasado te condena. "Mi pasado está enterrado", dijo frente a las cámaras Cyril Jaquet, participante del reality español La vuelta al mundo. El hombre fue expulsado del juego cuando se supo que había asesinado a sus padres durante su adolescencia.
Violento hermano. Gran Hermano tiene reglas claras para sus participantes. Los ataques verbales están permitidos y hasta son alentados, pero cuando la violencia se vuelve física, la expulsión es segura. Eso le pasó a Justin de GH Estados Unidos, que amenazó, en broma, a una compañera con un cuchillo de cocina y quedó fuera del juego.
Acoso en pantalla. La mezcla de alcohol, cámaras y una fama incipiente provocaron un caso de acoso sexual en Gran Hermano Australia. Dos participantes atacaron a una compañera de la casa y fueron inmediatamente expulsados. El canal intentó, sin éxito, censurar las imágenes.
De la casa a la clínica. Gran Hermano argentina tuvo su episodio complicado. En la segunda edición del reality show el participante Pablo Heredia dejó la casa en medio de lo que parecía un brote psicótico.
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