Famosas que terminaron con sus vidas de forma trágica
Marilyn, María Antonieta, Sharon Tate, Y Benazir Bhuto. Foto: Vanidades
por: Mari Rodríguez Ichaso
Fuente: Vanidades
¿Asesinato encubierto? ¿Suicidio? ¿Sobredosis accidental de pastillas?
Es curioso mirar atrás y ver cómo las vidas de infinidad de mujeres famosas terminaron de forma fatídica, y ni su belleza ni su riqueza pudieron evitar un destino violento, y una muerte inesperada y trágica.
La lista de ellas es enorme, y se remonta a cientos de años atrás, tanto a épocas de batallas históricas —lo que llevó a que Juana de Arco muriera quemada en una hoguera por defender su religión y sus ideales— como a vidas al ‘estilo cuentos de hadas’, entre palacios, maravillosas joyas y gran suntuosidad, como fue el caso de la decapitada Ana Bolena, segunda esposa del rey Enrique VIII, por quien el Rey dejó a su primera esposa y hasta cambió la religión de Inglaterra de católica a anglicana, rompiendo con el Vaticano. Otra fue la cruelmente guillotinada reina María Antonieta de Francia, quien apenas tenía 37 años, y la muy querida Elizabeth ‘Sissi’, emperatriz de Austria-Hungría, quien fue asesinada a puñaladas ¡en pleno corazón!, con solo 60 años por un anarquista llamado Luigi Lucheni, cuando paseaba a orillas del lago Ginebra a punto de abordar el ferry a Montreux. Desangrándose y herida de muerte, las últimas palabras de la famosa Sissi fueron: ‘¿Qué me ha sucedido?’.
¿Y qué decir de la muerte a los 39 años de la célebre Cleopatra hace tantos siglos, por la mordida en el pecho de una serpiente venenosa?
Una muerte trágica ha sido una curiosa constante que se ha repetido mucho en la vida de mujeres famosas y bellas, a quienes hasta entonces la fortuna les había sonreído. Algunas han sido asesinadas, como cuando Charles Manson y su pandilla dieron muerte a la embarazada actriz Sharon Tate, esposa del director de cine Roman Polanski —y a otros muchos— en una ola de crímenes sin sentido en California. Igual que el reciente asesinato político de Benazir Bhuto, la famosa y muy guapa ex primera ministra de Pakistán al regresar a su país para postularse de nuevo, y el asesinato a sangre fría de la joven cantante de 23 años, Selena Quintanilla, perpetrado por Yolanda Zaldívar, la presidenta de su Fan Club.
Otras han sido víctimas del suicidio, o sobredosis accidentales de drogas o pastillas, de lo que la bella y famosa Marilyn Monroe es el ejemplo más poderoso y triste. Esta murió a los 36 años, en lo mejor de su vida, y en circunstancias todavía controvertidas y rodeadas de intrigas. Muchos se preguntan si fue un asesinato encubierto de forma que pareciera un suicidio o una sobredosis accidental de pastillas para dormir. Y hasta el día de hoy se habla de lo que sucedió o no, y de todo tipo de conspiraciones existentes para ocultar la verdad sobre su muerte.
Todos conocemos a las dos mujeres inolvidables que fueron víctimas de terribles accidentes. Grace Kelly, princesa de Mónaco, muerta en septiembre de 1982, poco antes de cumplir los 52 años, en un accidente de carretera, que hasta el día de hoy está rodeado de sospechas. Muchos se han preguntado si era verdad o no que en el momento preciso del suceso, Grace estaba discutiendo acaloradamente con su hija menor, la princesa Estefanía, y hay quienes piensan que era la chica la que conducía el auto que se fue por el barranco de las montañas cercanas al Principado. Fue una tragedia que provocó muchas lágrimas en todo el mundo. Y la muerte de la muy querida princesa Diana de Gales, quien a los 36 años chocó en el túnel d’Alma de París junto a su novio, Dodi Al-Fayed, mientras huían de los paparazzi parisinos. Otra muerte trágica y triste, provocada por un accidente absurdo, sin sentido alguno, que dejó a medio mundo incrédulo y a sus hijos, los príncipes William y Harry, sin su querida madre. Y hubo otra royal, tal vez menos famosa a nivel mundial, que murió en un accidente de coche: la muy querida y bella reina Astrid de Bélgica, madre del rey Balduino y del actual rey Alberto I de Bélgica.
La popular y muy guapa actriz de los años 50 y 60, Natalie Wood, murió ahogada en el año 1981, a los 38 años, cuando misteriosamente en medio de la noche abandonó en alta mar el yate que compartía con su marido, el actor Robert Wagner y se montó en un pequeño botecito de goma ¡sin saber nadar! Otra muerte espantosa fue la de la actriz Jayne Mansfield (madre de la actriz de TV Mariska Hargitay), quien murió decapitada a los 34 años, en 1967, en un accidente de auto, y todos vieron volar por los aires la peluca que llevaba siempre la sexy y voluptuosa rubia, que muchos decían imitaba a su contemporánea, Marilyn Monroe.
Unas fueron víctimas de sobredosis de drogas, como la cantante de rock Janis Joplin, muerta a los 27 años, o de pastillas para dormir o para adelgazar, pues en algunos casos nunca se llega a saber exactamente qué las llevó a que el corazón les fallara. Esta fue la razón de la muerte de Christina Onassis, la trágica heredera de la fortuna de Aristóteles Onassis, quien a los 37 años fue encontrada muerta de un edema pulmonar en una bañera en un country club en Buenos Aires, Argentina, dejando huérfana de madre a su querida hija Athina. En otra bañera ocurrió la triste muerte —se rumoró que el uso constante de drogas le provocó un ataque al corazón— de la famosa Carmen Ordóñez, de 49 años, madre de los toreros Francisco y Cayetano Rivera Ordóñez e hija del famoso torero Antonio Ordóñez, y una de las mujeres más bellas de España.
Otras mujeres han sido ajusticiadas, como fue el caso de la famosa espía Mata Hari durante la Primera Guerra Mundial. Esta, de ser una bailarina seductora y admirada por una legión de hombres poderosos, pasó a ser enemiga de la nación, y murió ejecutada a los 41 años, en 1917, por un pelotón de fusilamiento francés, acusada de espiar para el enemigo.
Sin embargo, siempre que pienso en las trágicas muertes de famosas, me viene a la mente la de la original y extravagante bailarina de danza moderna Isadora Duncan, quien murió estrangulada por su propia bufanda de chiffon, al enredarse en las ruedas del auto que la llevaba a encontrarse con un amante en un hotel de Niza. Y sus últimas palabras al despedirse de unos amigos habían sido: ‘Je vais à l’amour’ (‘Voy al encuentro del amor’).
Fuente: http://www.esmas.com
por: Mari Rodríguez Ichaso
Fuente: Vanidades
¿Asesinato encubierto? ¿Suicidio? ¿Sobredosis accidental de pastillas?
Es curioso mirar atrás y ver cómo las vidas de infinidad de mujeres famosas terminaron de forma fatídica, y ni su belleza ni su riqueza pudieron evitar un destino violento, y una muerte inesperada y trágica.
La lista de ellas es enorme, y se remonta a cientos de años atrás, tanto a épocas de batallas históricas —lo que llevó a que Juana de Arco muriera quemada en una hoguera por defender su religión y sus ideales— como a vidas al ‘estilo cuentos de hadas’, entre palacios, maravillosas joyas y gran suntuosidad, como fue el caso de la decapitada Ana Bolena, segunda esposa del rey Enrique VIII, por quien el Rey dejó a su primera esposa y hasta cambió la religión de Inglaterra de católica a anglicana, rompiendo con el Vaticano. Otra fue la cruelmente guillotinada reina María Antonieta de Francia, quien apenas tenía 37 años, y la muy querida Elizabeth ‘Sissi’, emperatriz de Austria-Hungría, quien fue asesinada a puñaladas ¡en pleno corazón!, con solo 60 años por un anarquista llamado Luigi Lucheni, cuando paseaba a orillas del lago Ginebra a punto de abordar el ferry a Montreux. Desangrándose y herida de muerte, las últimas palabras de la famosa Sissi fueron: ‘¿Qué me ha sucedido?’.
¿Y qué decir de la muerte a los 39 años de la célebre Cleopatra hace tantos siglos, por la mordida en el pecho de una serpiente venenosa?
Una muerte trágica ha sido una curiosa constante que se ha repetido mucho en la vida de mujeres famosas y bellas, a quienes hasta entonces la fortuna les había sonreído. Algunas han sido asesinadas, como cuando Charles Manson y su pandilla dieron muerte a la embarazada actriz Sharon Tate, esposa del director de cine Roman Polanski —y a otros muchos— en una ola de crímenes sin sentido en California. Igual que el reciente asesinato político de Benazir Bhuto, la famosa y muy guapa ex primera ministra de Pakistán al regresar a su país para postularse de nuevo, y el asesinato a sangre fría de la joven cantante de 23 años, Selena Quintanilla, perpetrado por Yolanda Zaldívar, la presidenta de su Fan Club.
Otras han sido víctimas del suicidio, o sobredosis accidentales de drogas o pastillas, de lo que la bella y famosa Marilyn Monroe es el ejemplo más poderoso y triste. Esta murió a los 36 años, en lo mejor de su vida, y en circunstancias todavía controvertidas y rodeadas de intrigas. Muchos se preguntan si fue un asesinato encubierto de forma que pareciera un suicidio o una sobredosis accidental de pastillas para dormir. Y hasta el día de hoy se habla de lo que sucedió o no, y de todo tipo de conspiraciones existentes para ocultar la verdad sobre su muerte.
Todos conocemos a las dos mujeres inolvidables que fueron víctimas de terribles accidentes. Grace Kelly, princesa de Mónaco, muerta en septiembre de 1982, poco antes de cumplir los 52 años, en un accidente de carretera, que hasta el día de hoy está rodeado de sospechas. Muchos se han preguntado si era verdad o no que en el momento preciso del suceso, Grace estaba discutiendo acaloradamente con su hija menor, la princesa Estefanía, y hay quienes piensan que era la chica la que conducía el auto que se fue por el barranco de las montañas cercanas al Principado. Fue una tragedia que provocó muchas lágrimas en todo el mundo. Y la muerte de la muy querida princesa Diana de Gales, quien a los 36 años chocó en el túnel d’Alma de París junto a su novio, Dodi Al-Fayed, mientras huían de los paparazzi parisinos. Otra muerte trágica y triste, provocada por un accidente absurdo, sin sentido alguno, que dejó a medio mundo incrédulo y a sus hijos, los príncipes William y Harry, sin su querida madre. Y hubo otra royal, tal vez menos famosa a nivel mundial, que murió en un accidente de coche: la muy querida y bella reina Astrid de Bélgica, madre del rey Balduino y del actual rey Alberto I de Bélgica.
La popular y muy guapa actriz de los años 50 y 60, Natalie Wood, murió ahogada en el año 1981, a los 38 años, cuando misteriosamente en medio de la noche abandonó en alta mar el yate que compartía con su marido, el actor Robert Wagner y se montó en un pequeño botecito de goma ¡sin saber nadar! Otra muerte espantosa fue la de la actriz Jayne Mansfield (madre de la actriz de TV Mariska Hargitay), quien murió decapitada a los 34 años, en 1967, en un accidente de auto, y todos vieron volar por los aires la peluca que llevaba siempre la sexy y voluptuosa rubia, que muchos decían imitaba a su contemporánea, Marilyn Monroe.
Unas fueron víctimas de sobredosis de drogas, como la cantante de rock Janis Joplin, muerta a los 27 años, o de pastillas para dormir o para adelgazar, pues en algunos casos nunca se llega a saber exactamente qué las llevó a que el corazón les fallara. Esta fue la razón de la muerte de Christina Onassis, la trágica heredera de la fortuna de Aristóteles Onassis, quien a los 37 años fue encontrada muerta de un edema pulmonar en una bañera en un country club en Buenos Aires, Argentina, dejando huérfana de madre a su querida hija Athina. En otra bañera ocurrió la triste muerte —se rumoró que el uso constante de drogas le provocó un ataque al corazón— de la famosa Carmen Ordóñez, de 49 años, madre de los toreros Francisco y Cayetano Rivera Ordóñez e hija del famoso torero Antonio Ordóñez, y una de las mujeres más bellas de España.
Otras mujeres han sido ajusticiadas, como fue el caso de la famosa espía Mata Hari durante la Primera Guerra Mundial. Esta, de ser una bailarina seductora y admirada por una legión de hombres poderosos, pasó a ser enemiga de la nación, y murió ejecutada a los 41 años, en 1917, por un pelotón de fusilamiento francés, acusada de espiar para el enemigo.
Sin embargo, siempre que pienso en las trágicas muertes de famosas, me viene a la mente la de la original y extravagante bailarina de danza moderna Isadora Duncan, quien murió estrangulada por su propia bufanda de chiffon, al enredarse en las ruedas del auto que la llevaba a encontrarse con un amante en un hotel de Niza. Y sus últimas palabras al despedirse de unos amigos habían sido: ‘Je vais à l’amour’ (‘Voy al encuentro del amor’).
Fuente: http://www.esmas.com
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